Bruce Springsteen – High Hopes
Reseña publicada originalmente para Afterpop.tv el 14/01/14
Hay ciertos músicos que ya no tienen nada que probar y Bruce Springsteen es uno de ellos. Más de 40 años de carrera, giras maratónicas con conciertos de 4 horas, una infinidad de colaboraciones, una discografía versátil y la necesidad personal y artística de estar siempre creando, es el camino por el que The Boss ha transitado con categoría. Aún así, todavía hay varios despistados que piensan que Springsteen no es más que un cliché ochentero del mainstream norteamericano.
El Jefe es un artista de contrastes: en los 70s coqueteó con el folk y una infinidad de estilos en The Wild, The Innocent & The E Street Shuffle (1973), nos regaló Born To Run (1975), su obra maestra y empezó a alzar la voz ante la injusticia que impera en su país en Darkness On The Edge Of Town (1978). En los 80s nos entregó sus placas más indispensables y oscuras con The River (1980) o Nebraska (1982) para dar paso a su cobijó en el stadium rock con el aún malentendido e incorrectamente político, Born In The USA (1984).
Springsteen no ha parado y el siglo XXI ha brindado su mejor material en mucho tiempo. The Rising (2001) sirve de radiografía neoyorkina y homenaje a las victimas del 9/11, Devils & Dust (2005) explora nuevamente pasajes oscuros y acústicos, Magic (2007) marca el regreso de su legendaria E Street Band o Wrecking Ball (2012), nos ofrece una cara refrescante de autenticidad en el de Nueva Jersey.
High Hopes, su décimo octava placa de estudio y primer gran entrega del 2014, no será una sorpresa para los que han seguido su carrera. Más allá de tres covers, la mayoría de las canciones que componen el álbum, han estado vigentes por un buen tiempo (algunas por casi 15 años).En High Hopes, Springsteen reversiona estos temas con el objetivo de ofrecer una revaloración a su obra “reciente” en un siglo que ha visto madurar al Jefe como uno de los críticos más elocuentes del decadente sistema norteamericano.
El problema no está en la falta de material inédito. El mal trago nos lo da la colaboración de Tom Morello, guitarra de Rage Against The Machine, que sorprendentemente, deja mucho que desear y que no termina por amalgamar con el sonido del disco. Su estigma en más de la mitad del álbum, no convence y su sonido en las 6 cuerdas suena forzado y exagerado por momentos (sólo escuchen “The Ghost Of Tom Joad”). Algo poco común en la discografía de Bruce Springsteen.
Soy de los que disfrutan más del característico sonido de Springsteen cuando sus letras son más introspectivas y pensantes con el objetivo de cachetear el orgullo norteamericano al mostrar su cara más repugnante. Esta habilidad para contar historias que evidencian la desigualdad social e ineficiencia política en Estados Unidos, es lo que da la cara en varios de los doce tracks de High Hopes.
Los momentos donde Morello se aleja del atasque innecesario o desaparece, son los mejores. Empapadas en una voz ronca que refleja sabiduría y honestidad, la ochenterísima “Harry´s Place” cuenta la historia de un criminal. “American Skin (41 Shots)”, una de las “conocidas” por los fans sigue el mismo patrón y pregona: “You can get killed just for living in your American skin”.
“I wake to find my city´s gone to black”, lamenta Springsteen en “Down In The Hole”, probablemente un tema post 9/11 que al juntarlo con “Hunter Of Invisible Game”, evocan la desesperanza de su obra, The Rising. Mención especial para una crítica inteligente a la guerra con “The Wall”, la pieza más bella del álbum que precede a un extraño cover de Suicide con “Dream Baby Dream”.
Uno de esos discos que necesitan tiempo para conmover. No es su mejor entrega en años pero servirá como pretexto para hacer lo que más disfruta y mejor sabe hacer: una espectacular e interminable gira que repasará maratónicamente, lo mejor de su carrera.
Hay ciertos músicos que ya no tienen nada que probar y Bruce Springsteen es uno de ellos.