Los Grammys: 56 años de verte la cara
Texto publicado originalmente para elfanzine.tv el 25/01/14
Hace unos días, Harry Browne, periodista y escritor irlandés decidió publicar uno de esos libros que debieron ser publicados hace varios años: “Bono: en el nombre del poder”. Un libro que tiene como eje de análisis la “labor” del cantante en cuestiones humanitarias y altruistas pero con un trasfondo meramente económico que beneficia a unos cuantos. “Resulta que Bono ha hecho más daño del que parece, ya que se ha convertido en portavoz de la élite occidental, al defender la visión y el modelo económico neoliberal de personajes como George Bush, Tony Blair, Jesse Helms, Condoleezza Rice, Bill Clinton, Steve Jobs y Bill Gates, por nombrar algunos” comenta acertadamente el autor de dicho libro.
Ya inmersos en dobles morales, esto me llevó a recordar una frase en la aclamada autobiografía de Morrissey sobre su opinión de los Brit Awards: “Una estafa donde los sellos discográficos más importantes se pagan unos a otros con premios por los actos cuya difusión ya ha sido calculada para el siguiente año”, reflexiona el ex vocal de los Smiths.
La falsa careta que Bono (uno de los preferidos de esta premiación) ha llevado por ya varías décadas y el acertado comentario de Morrissey (el cual sorprendentemente nunca ha ganado nada), me recordaron inevitablemente a los prostituidos y decadentes Grammys que este domingo llegarán a su quincuagésima sexta edición.
Una premiación con “lo mejor” de la música que SÍ vende, que SÍ gusta a las masas y que deja regalías multimillonarias a los involucrados. Una entrega con el supuesto objetivo de celebrar al artista y su obra pero con un trasfondo oscuro y comercial que beneficia únicamente al show biz y a las tendencias pre definidas y digeribles de la industria.
Una conmemoración al mainstream y una descarada movida por olvidar a cientos de artistas con una obra y un discurso más profundo y artístico pero que no cuentan con un aparato promocional multimillonario masivo detrás para defenderse.
El descaro, en esta edición no llegará a mayores ya que se descartó de sus nominados a Miley Cyrus, la “artista” a la que Serge Pizzorno de Kasabian llamó hace un par de días: “la pesadilla del siglo XXI”. Pero como en cada año, claro que hay cartas fuertes para esta edición: Daft Punk, David Bowie (el cual únicamente ha ganado un lastimoso premio como mejor video en 1984 y debido al éxito rotundo en 2013, no podían evadir en esta edición), la nueva sensación del hype: una niña de 17 años que se hace llamar Lorde y artistas complacientes como Rihanna, Michael Bublé, Katy Perry, Justin Timberlake o Taylor Swift.
Algunos de los encargados de “engalanar” la noche con presentaciones en vivo son: John Legend, Keith Urban, Beyoncé con Jay-Z, Katy Perry y una reunión para levantar el rating entre un no menos prostituido Paul McCartney y Ringo Starr así como una presentación entre Daft Punk Stevie Wonder, Pharell Williams y Nile Rodgers.
¿Qué veracidad pueden tener los premios del gramófono cuando U2 ha ganado la ridícula cantidad de 22, Beyoncé 17, Taylor Swift 7, Keith Urban (si, ese mismo) 4 o Justin Timberlake 6 cuando artistas como Led Zeppelin, Queen o The Who nunca ganaron nada?
Más allá de su valor artístico, la mayoría de los premiados y nominados, representan a esta decadente industrial musical que busca el éxito comercial por encima del valor musical. La mayoría cuentan con contratos millonarios y sus nombres se convierten en marcas. Después, vienen contratos aún más abultados, videos, sencillos infames, rediciones de su obra, giras extenuantes y hasta reality shows así como contratos donde su imagen es prostituida en firmas de cosméticos. Todo con el objetivo de seguir consumiendo basura y generar ingresos multimillonarios.
Qué siga el festín doble moralista de la industria musical y bienvenida esa quincuagésima sexta entrega.
Alejandro-