Sigur Rós – Kveikur: Los riesgos del autodescubrimiento
Texto publicado para Indierocks! el 17/06/13
Después del confuso Valtari en 2012 donde las atmósferas y pasajes introspectivos creados por los islandeses fueron lentos y monótonos, Sigur Rós se deshizo de su tecladista Kjartan Sveinsson y regresa como trio en Kveikur, su más reciente experimento nórdico.
El disco comienza con agresividad y actitud. La oscura “Brennisteinn” – primer sencillo – se presenta con un feedback y sonido industrial digno de Trent Reznor para dar entrada al característico lamento glacial de Jón Þór Birgisson y a las capas experimentales de Sigur Rós. Le sigue una excelente pieza – tal vez la mejor – llena de percusiones y melancolía en “Hrafntinna”. El segundo sencillo, “Ísaki”, pasa inadvertido y será recordado por ser groseramente monótono. “Yfirborð” suena a Radiohead en su faceta más experimental y electrónica. “Stormur” tiene pasajes oscuros, capas de guitarras con arco y otros instrumentos de cuerda pero su problema recae en la falta de emoción en la pieza. La que le da título al disco es otra pieza seudo industrial. Bláþráður” es el soundtrack y retrato perfecto de una Escandinavia fría, gris y agresiva. La batería digna de una marcha glacial en “Rafstraumur” nos deja la esperanza que aún Sigur Rós puede arriesgar y finalmente la nostalgia y genialidad minimalista se personifica en un piano con “Var”.
Para los devotos, la edición especial cuenta con dos tracksadicionales: “Ofbirta” y “Hryggjarsúla” que superan en emoción y melancolía a varios tracks de la edición básica.
¿Cuál es el problema? Sigur Rós nunca ha sido para todos y nunca lo será. Su obra requiere atención, dedicación y gusto por la experimentación sonora. Los que logran descifrar su mensaje de lamentos escandinavos, encuentran a una banda propositiva pero que se ha estancado, no ha avanzado y no ha arriesgado lo suficiente como anteriormente lo hacía; Kveikur enderezó el barco pero le dio una dirección borrosa y llena de neblina a los islandeses. La producción del disco es excelente, la portada es sugerente y agresiva, su ejecución es magistral pero la emoción que la música nos provoca en ésta entrega, es la que por momentos se desvanece.
El problema con reseñar discos de Sigur Rós reside en la reinterpretación y ambigüedad que se le puede dar a cada pieza a través del tiempo. Muchas de sus reseñas son ultrajadas y profanadas con clichés y argumentos a favor de la experimentación y la complejidad de su música pero olvidan lo más importante: que Sigur Rós solía emocionarnos con obras completas como en el 2002 y la genialidad que fue ( ) y no sólo con pinceladas de nostalgia como lo hacen actualmente. Su problema actual radica en la falta de innovación, reinvención y aventura en su música.